Vietnam y Camboya: estos dos países vecinos tienen muchas cosas en común. No solo comparten momentos en sus respectivas historias y heridas de guerra, sino también tienen en común una gastronomía increíble y una hospitalidad única. Su gente – buena gente – no se olvida jamás. Y te deja con una sensación rara, una mezcla de ternura y admiración, porque, sabiendo lo que han sufrido con sus guerras, varias compartidas y en concreto con las más recientes, no les desaparece jamás la sonrisa de la cara.
CAMBOYA
LOS TEMPLOS DE ANGKOR, LA 8ª MARAVILLA DEL MUNDO
Angkor Thom es la colosal capital del antiguo Imperio Jemer, que llegó a ocupar gran parte del Sudoeste asiático. La época de oro del reino de Kambuya fue entre los siglos IX y XIII, cuando esta monarquia constitucional que profesaba el primer hinduismo dominaba el territorio de los actuales Camboya, Vietnam, Laos y Tailandia, llegando a tener un millón de habitantes en su apogeo, cuando ciudades europeas como Londres tenían 50 mil. Las personas vivían en casas de madera porque los edificios sólidos, de piedra, eran destinados a los dioses.
En el complejo de templos de Angkor – el complejo religioso más grande del mundo y considerado la capital de los templos de Asia – tiene una espectacular concentración de riqueza arquitectónica y por ese motivo fue catalogado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1992.
La entrada para 3 días cuesta 62 dólares, pero hay de día también. El billete se compra directamente ahí.
Angkor Wat es el edificio religioso más grande del mundo y fue mandado construir en el siglo XII por Suryavarman II en honor al dios hinduísta Visnú (a la par que la gótica Notre Dame). Es imprescindible madrugar y verlo al amanecer. El efecto doble en los estanques y el progresivo fluir de matices del cielo y de sus contornos es mágico.
En frente al templo de Angkor Wat, encontramos Chez Sophea or Chez Matthieu, un delicioso restaurante más alejado de la primera fila delantera, reducto de tranquilidad donde fuimos atendidos por una elegante camboyana. Casi una tienda de campaña con decoración colonial, es un lugar mágico y perdido en el tiempo.
Hay que visitar también el templo Bayon, el templo de las 216 caras enigmáticas
y Ta Prohm envuelto por la jungla, en un abrazo apretado de raíces de árboles ancentrales. Fue en este templo que se grabó Tom Raider.
Banteay Srei, que es un poco más alejado, templo de piedra rosada dedicado a Shiva.
Lo mejor el recoger el complejo en tuk tuk. En el hotel hemos contratado a nuestro amigo Hang Ra (email: ra1_hang@yahoo.com; teléfono: ((855)12732211).
El coste de la excursión en tuk tuk de día fue 18$ y el de con el nacer del sol incluido (con un desayuno espectacular preparado en una cesta de picnic) 26$.
Os lo recomiendo de corazón y podéis hacerlo directamente evitando las innecesarias comisiones a los hoteles y así ayudarle a mantener su tuk tuk en buenas condiciones.
Es un selfmade man. La vida no es fácil en Camboya y hay gente viviendo de manera muy humilde; y la vida de Hang Ra no es diferente. Mientras nos llevaba de un lado al otro, el simpático Hang Ra nos iba contando, siempre con una sonrisa agridulce, y como si de una lejana leyenda se tratase, de como la guerra civil y el régimen de Pol Pot (cuyo genocidio acabó con un cuarto de la población nacional) afectó su familia y de como su madre sola tuvo que criarle a él y a sus varios de sus hermanos sola. Nos narró como él mismo estuvo en la guerra, a los 16, y luchó contra la posterior invasión vietnamita y como estudiaba por las noches inglés para dar servicio a los turistas en su tuk tuk que le sirve para mantener su familia. A pesar de las vicisitudes, Hang Ra nos lo contaba con una serenidad, una mirada generosa y desinteresada. Las horas pasadas con él fueron una lección de vida que tuvieron entremedias experiencias inesperadas como… cuando nos preguntó:
-Do you want to shoot a gun?
Perplejos ante la pregunta tan insólita, dudamos pero acabamos por contestar que sí y nos lleva a una casa en medio del campo donde podíamos probar una miríada de armas, resquicio de la guerra. Reminiscencias de la guerra, tan reciente. Con las cicatrices en el corazón, los camboyanos sacan provecho y sacan rentabilidad de lo que las provocó. Te genera una sensación agridulce porque no puedes dejar de pensar que está al girar de la esquina. Irónico, pero pragmático, síntoma de que miran hacía adelante y no a un doloroso pasado. Heridas de guerra que no impiden que la vida siga. En tuk tuk.
De vuelta a Siem Reap no podía dejar de mirar el idílico y bucólico paisaje, de arrozales y pescadores.
La ciudad que sirve de base para visitar los templos, Siem Reap, es pequeña, caótica pero acojedora.
El alojamiento donde nos quedamos era absolutamente maravilloso y 100% recomendable: Golden Temple Residence.
Incluía pick up en el aeropuerto, masaje, bebida de bienvenida y desayuno (un servicio inmejorable, e incluso el día que madrugamos para ir a ver el nacer del día a Angkor Wat, nos habían preparado un pack con el desayuno).
A nivel gastro hemos probado Chanrey Tree, ubicado en una casa tradicional de manera jemer y donde hemos probado recetas locales elaboradas con mucho cariño y materia prima autóctona.
Al Cuisine Wat Damrak no llegamos a ir porque la noche que dormíamos en Siem Reap era justo el día que el restaurante cerraba para descanso. Nos quedamos con las ganas.
Consejo: llevad una fotografía para el visado que se hace al momento en el aeropuerto de Siem Reap.
VIETNAM
HANOI
«Todo lo que es moda pasa de moda, el estilo jamás», ha dicho Coco Chanel. Como una mujer con clase, Hanói, la capital de Vietnam, tiene estilo. Atemporal. Olor a Indochina. Fascinate arquitectura colonial por todos los rincones, lucha cuerpo a cuerpo con las scooters para cruzar la calle, cocina callejera inigualable, bares de Bia hoi, el templo de la literatura -la primera universidad de Vietnam que remonta al siglo XI-, estética comunista, casas en las vías del tren. Optimización del espacio, caos ordenado, decadencia y vida. La belleza de la vida. Como una mujer con sus arrugas, Hanói con sus cicatrices y porte. Su porte. Su elegancia.
La capital de Vietnam, a pesar de ser más pequeña que Ho Chi Minh, es pura emoción. Hanói es la capital de las motos por excelencia. Motos y motos y más motos por todos los lados. Intentar cruzar la calle es una auténtica odisea. Pero que no te asuste: lo lograrás y una vez superado esta convivencia de riesgo entre transeúntes, motos, bicicletas y coches disfrutarás de una ciudad que exuda la herencia de la ocupación china y francesa en sus gentes, su arquitectura y su lifestyle, aunque la ciudad sea reducto del conservadurismo y patriotismo vietnamita. Mientras que Ho Chi Minh, el antiguo Saigon, se enorgullece del multiculturalismo, de su herencia francesa y de la presencia estadounidense, el Norte se enorgullece de haber luchado por la independencia, de su resistencia y carácter revolucionário.
Paseando se recoge el laberíntico Old Quarter (barrio antiguo), epicentro del comercio, caos de cables, colores, olores, mansiones coloniales que con la expulsión de los franceses se han repartido entre los «camaradas» (es muy curioso ver la profundidad de los edificios, los pasillos eternos que te llevan hasta las habitaciones más alejadas de la fachada, las mejores y más caras por supuesto). En el siglo XIII se han establecido gremios de oficios o mercancía (herreros, hojalateros, herboristas, etc) que se agrupaban en las 36 calles gremiales (36 Pho Phuong), aunque hoy en día ya no son necesariamente ocupadas solo por negocios que venden dicho producto.
Se visita la catedral neogótica de San José (construida en 1886, y muy similar a Notre Dame), el Teatro de la Ópera (construido en 1911, y desde cuyo balcón en 1945 el Comité del Pueblo del Viet Minh anunció que había tomado el control de la ciudad), el lago Hoan Kiem (y su fascinante leyenda de su tortuga) donde uno puedo ver a las 6 de la mañana los vecinos practicando tai chi, el Dong Xuan Market (el mercado cubierto más grande de la ciudad construido en el siglo XIX por los franceses), el Templo de la Literatura (la primera universidad del país, fundada en 1070 y consagrada a confiucio), el Mausoleo de Ho Chi Minh (lugar de peregrinación de muchos vietnamitas donde está el cuerpo embalsado del «tío Ho», que había pedido expresamente para ser quemado y nadie le hizo caso. Caso se quiera entrar hay que ir temprano, hay colas y solo abre de 8h a 11h de la mañana), Por el camino hay que parar en el singular Café Giang para tomar un egg coffee. Tanto el frío como el caliente, ambos son deliciosos. La receta es secreto de la familia, y fue inventada en 1946 (por necesidad, ya que escaseaba la leche) por el fundador cuando trabajaba como bartender en el hotel Legend Metropole.
También se puede parar en uno de los miles puestos de cerveza (bia hoi). La bia hoi es cerveza de barril artesanalmente hecha en las dichas cervecerías y no embotellada. Se dice que la receta de esta pilsener la cedieron los checos como gesto de solidaridad comunista.
En Hanói nos quedamos en el La Siesta Trendy y nos ha encantado ese hotel. Hagan un masaje en el spa del hotel, espectacular. Y los cocktails, ni os cuento.
Hanói es conocido por su comida callejera: ah, ¡la calle! Fuimos afortunados porque casi al lado del hotel teníamos Tong Tuy Tân, una calle peatonal de comida callejera espectacular. Soy una fan de probar y normalmente no repito ni suelo dejar al azar el sitio donde como. Aquí he abierto excepción en ambos casos y no me arrepentiré jamás. Fuimos a la aventura y acabamos repitiendo en un restaurante esquinero justo en frente al restaurante-café Puku. Todo lo que probamos estaba delicioso y tirado de precio. Hay que probar el pho bo (sopa de fideos y ternera) y el bun cha (cerdo con fideos de arroz), pero TODO, carne, pescado, verdura, confeccionado de cualquier manera, está delicioso.
Veremos al final del viaje si nos quedamos con Hanói o Saigón.
HALONG BAY
All aboard! Ha Long Bay significa «donde el dragón descendió al mar» y la verdad es que la interminable sucesión de islas de piedra caliza se asemeja a un interminable cuerpo de un dragón. Para Halong Bay, Patrimonio de la Humanidad desde 1994, un crucero de un par de días (una noche a bordo) es más que suficiente, o si no disponéis de tiempo y aunque pueda ser paliza, con un día os hacéis una idea. Nosotros hicimos la excursión de 3 días/2 noches y nos equivocamos rotundamente. Pensábamos que el barco se adentraría en la bahía, pero en realidad lo aparcan en frente a Cat Ba, y luego se hacen excursiones en barcos más pequeños, pero todas son de duración muy reducida.
A bordo luego te proponen variadas actividades como cursos de cocina, pesca de chipirones con anzuelo, tai chi por las mañanas, happy hour por las tardes, y la verdad es que resulta un poco para turista y bastante claustrofóbico el tiempo que pasas metido en el barco principal. En el crucero es todo incluido menos las bebidas, con lo cual no viene mal que casa quería tomar cerveza o vino en las comidas os lo llevéis en la mesa porque ahí es donde ganan. También hay embarcaciones de locales que se acercan a los barcos para vender estos productos a precio más económico que en el crucero pero no sabemos en que condiciones.
Me ha encantado la excursión al vivero de perlas donde pudimos ver el trabajo quirúrgico que se lleva a cabo para producir las perlas de agua salada. Se introduce una micro perla, hecha con sedimentos de la concha de la ostra, y se introduce la misma quirúrgicamente dentro de la ostra. ahí la ostra le irá dando capas de brillo con un jugo que expele. Es realmente fascinante el proceso, que dura entre 4 y 8 años.
Hay excursiones a cuevas (como la Hang Sung Sot, llena de estalactitas) o a Cat Ba y su miniplaya (idílica si no estuviese petada).
En kayak se hace excursión a los pueblos flotantes para conocer el estilo de vida altamente anfibio de gente que vive literalmente sobre agua. Fuimos a Cua Van, una comunidad de 700 pescadores que viven en un pueblo flotante.
La excursión la habíamos contratado desde aquí en Blue Dragon Tours, pero hay mil opciones. Se recomienda optar por uno un poco más caro (mejor calidad y servicio). Fue lo que hicimos pero ya os digo que no os esperéis mega lujo. Son caros para lo que son. Si volviese atrás en el tiempo, yo aprovecharía para hacer una excursión de día desde Hanói a Nimh Binh, el llamado “Ha Long Bay en tierra”, lleno de arrozales.
Volvimos a Hanói y cogimos un vuelo a Da Nang para dirigirnos al siguiente destino: la ciudad patrimonio de la Humanidad, la bella, tranquila y cosmopolita Hoi An.
HOI AN
La pintoresca Hoi An es una auténtica joya arquitectónica y gastronómica. Fue un antiguo puerto comercial por donde han pasado chinos, japoneses, portugueses, holandeses, españoles, indios, franceses, indonesios, británicos y estadounidenses y se percibe el crisol de culturas que por ahí han pasado y su carácter cosmopolita que se mantuvo inalterable en el tiempo. Casas de madera de mercaderes japoneses, templos chinos, antiguos almacenes de té, cerámica, telas, medicinas chinas y otros productos de primera calidad; hoteles-boutique, sastrerías y la cocina más compleja y sofisticada de Vietnam. Hoi An fue el primer lugar en Vietnam que entró en contacto con el cristianismo.
Callejear por el barrio antiguo y visitar las casas de los mercaderes, el puente cubierto japonés, los templos como el Templo Quan Cong… hay unos 800 edificios históricos en la ciudad aunque 18 son los que se pueden visitar: hay un billete que te permite entrar en 5 atracciones del casco antiguo.
Para moverse uno puede visitar todo caminando o en bicicleta (los hoteles las ceden) si uno desea moverse más rápido, ir a la playa o a poblaciones cercanas.
Hoi An es un puro relax y magia. Mirad si os toca luna lleva, porque si es así podréis disfrutar del bello festival de velas y farolillos en el río. Esa noche la ciudad se llena de gente, de artistas callejeros, música, mercadillos.
Caso no tengáis esa suerte hay siempre un night market en la calle Nguyen Hoang.
A nivel de alojamiento, buscábamos un hotel con piscina así que optamos por Hoi An River Town, que no estaba en pleno casco histórico pero a 5 minutos, del otro lado del río. Y te prestaban bicis para moverte. Es una ciudad pequeña.
Must en Hoi An: hacerse una prenda de ropa. Se dice que en Hoi An hay entre 300 y 500 sastres que tienen fama de ser buenos copistas. tiene catálogos pero también se puede llevar el modelo de lo que se quiere hacer y lo copian. Nosotros mandamos hacer a medida varias prendas en una boutique llamada Ôchê que tenía un catálogo con diseños interesantes y telas también diferentes. Creo que un diseñador propio que creaba el catálogo e hice dos vestidos y unos pantalones, y Joako un traje y un abrigo.
Y todo en 48 horas: eliges el modelo y la tela, te cogen las medidas y te cita para una prueba o un par, dependiendo del tiempo que estés en Hoi An. Como encargamos varias prendas, hemos regateado y nos han hecho un 15-20% de descuento.
Toda la ciudad está repleta de agradables cafés (como los Hoi An Rostery) pero justo al lado de la tienda había uno muy sosegado llamado The Espresso Station.
Hoi An es una Meca culinaria. Se viene a Hoi An a comer. La comida local es considerada de las mejores del país, con delicados platos como la deliciosa rosa blanca (un envoltorio de gambas).
Gracias a Miss Vy, una chef conocida por todo el país que tiene una escuela de cocina y ocho restaurantes en la ciudad. Nosotros hemos probado el Morning Glory y el Cargo Club.
No dejéis de ir al pequeño Nu Eatery, cerca del puente japonés, con sus platos de temporada. Todo está exquisito. He probado un helado de chile y otro de lemongrass que no se me olvidarán jamás. Absolutamente imperdible, como es chiquitito es recomendable reservar.
Dentro del apartado gastronómico mola hacer un curso de cocina, mirad o bien en la escuela de Miss Vy o en Bay Mau Eco Cooking Class, que fue donde hicimos nosotros (la contratamos en el hotel, pero ojo que tuvimos que pagar in situ en efectivo). Todo de la mano de una guía excelente, fuimos al mercado a elegir los ingredientes
luego cogimos un barco para ir a la Bay Mau Coconut Forest, la zona donde nos dedicamos a la pesca de cangrejos,
después preparamos papel de arroz
y nos pusimos a cocinar en una cabaña hecho de coco.
Yo dedicaría 2-3 días en Hoi An: ha sosiego, actividades, playa (y con más motivo si os planteáis hacer un traje). Si os quedáis 3 o más, podéis invertir un día en hacer excursión de día a Hué, la antigua capital imperial vietnamita.
Nosotros la contratamos en el hotel y fuimos los 2 con un guía. Pasamos por la Hai Marble Mountain, por el puerto de montaña Hai Van Pass, un tramo de carretera muy montañoso, que en la cima tiene un fuerte francés que más tarde fue usado por los ejércitos de EEUU y Vietnam del Sur. En esta parada hemos asistido a una curiosa sesión de fotos de boda: mirando hacia el futuro pisando sobre el pasado.
Luego seguimos viaje pasando por la playa de Lang Co y por rutas de arroz – la gente usa literalmente la carretera para secarlo –
y llegamos a Hué, donde empezamos visitando la Pagoda de Thien Mu.
Esta pagoda es un icono de Vietnam, ya que en la década de 1960 fue escenario de manifestaciones políticas. El monje Thích Quảng Đức cogió un Austin de camino a Saigón y se inmoló como protesta por la represión religiosa que estaban sufriendo por un gobierno fascista y católico.
Visitamos después la Ciudadela, construida por la dinastía Nguyen a inicios del siglo XIX .
El emperador Gia Long había decidido trasladar la capital de Hanói a Hué en un intento de unir norte y sur. Infelizmente poco ha llegado a nuestros días ya que fue destruida por las guerras, primera por los franceses en 1885 y en 1968 por la ofensiva del Tet, una operación militar planificada por el gobierno de Vietnam del Norte/Vietcong contra las fuerzas aliadas lideradas por EEUU. Durante 3 semanas y media de control norteño de la ciudadela han muerto más de 2.500 personas. A continuación EEUU y Vietnam del Sur se pusieron a bombardear, derribaron la ciudadela y bombardearon el palacio imperial con napalm. 10.000 personas muertas.
No sabría decir dónde hemos comido (nos llevó el guía) pero oh!, como hemos comido…!
Por fin hemos visitado en los alrededores de Hué las excéntricas tumbas reales, algunas de ellas usadas incluso en vida por los emperadores. La más extravagante, la Tumba de Tu Duc.
HO CHI MINH Y EL DELTA DEL MEKONG
HCMC, la antigua Saigón, es una ciudad cosmopolita donde las hay con excelente oferta gastro, su legado colonial y un incesante ritmo de crecimiento. Se está construyendo el metro y en cada esquina hay una obra nueva (en concreto la zona cerca de río que está toda patas arriba): cualquiera que vuelva no la reconocerá.
Menos caótica a pesar de más grande que Hanói, más occidentalizada, europea, la antigua Saigón es un palimpsesto urbano.
La decimonónica Catedral de Notre Dame, la antigua refinería de opio, el Edificio del Comité del Pueblo, antiguo hôtel de ville, el Teatro de la ópera, ejemplo de estilo belle époque, la Oficina de Correos construida por Eiffel son algunos de los edificios simbólicos y remanentes de los tiempos de Indochina.
Ho Chi Minh es una urbe para disfrutar, si se deja. Porque Ho Chi Minh tiene 3 estaciones: caliente, terriblemente caliente y terriblemente caliente. Es increíblemente el calor húmedo, nada más salir de un sitio con aire acondicionado y meter el pié en calle ya estás sudando. Y no te pienses que por este motivo todos los sítios tienen aire: eso rompería la estética colonial, ¿no? Todos tienen de esos ventiladores de techo de estética retro que quedan mucho mejor en las fotos que te traes a casa. 🙂
Pero si sobrevives y lo aguentas, la ciudad te propone opciones para disfrutar por el estómago, como el Cuch Gach Quan, dentro de una antigua casa colonial francesa decorada con el buen gusto de arquitecto (el dueño), con excelente cocina casera.
Xu, cocina fusión con inspiración vietnamita, Nhà hàng Ngon, restaurante de estética colonial con excelente oferta de comida callejera en modo de mercado: hay varios puesto, con diferentes cocineros preparando comida de varias regiones de Vietnam.
Propaganda Bistrot, repleto de murales y pósters socialistas retro, es ideal para compaginar con la visita al palacio de la Reunificación.
el sofisticado Mandarine, el ya mencionado The Refinery, excelente bistrot dentro de una antigua refinería de opio o el sofisticado Social Club restaurant en el Hôtel des Arts M Gallery. También ahí hay una coctelería increíble en la última planta con vista al Palacio de la Reunificación, el Social Club Roof top bar. Hay mil porque hay mucha cultura de azoteas/rooftops pero este es increíble y tiene cocktails increíbles.
Otra coctelería que nos ha encantado se llama Qui Lounge. Y para un poco de música el mítico Sax n art Jazz.
A nivel de compras, concept stores como L’Usine (tienda-café, ideal para desayunar), the New playground (tienda tipo mercado de Fuencarral, compuesto por jóvenes diseñadores vietnamitas) o Kokois (tienda multimarca con café en un barrio más lejano que hemos aprovechado para ir el último día).
Ir al Antique Street (Le Cong Kieu) a ver si encontráis algo interesante. Cerca tenéis un café hipster llamado Hoang Thi Café. No está lejos del mercado de Ben Thanh, ideal para comprar regalos…regateando siempre. Con tanto patear la ciudad, reservaros hora en Miu Miu Spa. Mimaros un poco. Abierto de 9h30 a 23h30, hay varios – al menos 4 – por la ciudad, servicio impecable a excelentes precios. De verdad.
En Ho Chi Minh hay dos visitas que vale la pena hacer: el Palacio de la Reunificación y el Museo de los Restos de la Guerra.
El Palacio de la Reunificación es donde en 1975 Norte y Sur se han unificado.
El Museo de los Restos de la Guerra te lleva de la mano en un paseo por la atroz guerra vivida por los vietnamitas. Vaya siglo XX…
Con base en Ho Chi Minh City se deben hacer dos excursiones: a los túneles de Cu Chi y al Delta del Mekong.
Hemos pillado la excursión a Cu Chi en Voyagin para ir en lancha, muy temprano, y llegar antes de los autobuses cargados de más turistas.
Cu Chi Tunnels es una compleja e infinita red de túneles construída para protegerse de los estadounidenses. Eran la mitad de diámetro de esta, adaptada. En medio de la jungla, ¡es imposible dar con las entradas!
Usaban los montículos de termitas como ventilación, llegaban a tener hasta 3 niveles (3, 6 y 10 metros). La jungla estaba plagada de miles de trampas camufladas hechas con el acero de las bombas no detonadas estadounidenses, ponían las sandalias hechas de neumático al revés para despistar el enemigo. Sobrevivir y combatir era la meta.
Otra excursión a no perder es al Delta del Mekong (esta la hemos contratado en el hotel). Es muy interesante ver el lifestyle flotante, la vida hecha sobre agua de los habitantes de esta zona. En el trayecto en autobús de camino al delta se recogen campos de arrozales y otras plantaciones. Llama la atención la cantidad de lápidas que ves: en el delta hay la costumbres de enterrar a los suyos dentro de la propia propiedad. Una vez llegados a Cai Bè se visita el labiríntico mercado flotante y luego se coge un barco que te acerca a una zona de canales. Ahí nos ha recogido una señora en su canoa y nos adentró por los canales en la isla donde pudimos experiencia este aislado modo de vida anfíbio. Cerca de 100 millones de personas habitan en las orillas del Mekong. Hemos «acariciado» sus mascotas (pitones), asistido a la producción artesanal de licor (a base de sus mascotas) y de dulces de coco, hemos dado una vuelta en bicicleta por el poblado, visto una demostración de un cantar típico que es patrimonio inmaterial de la Humanidad, cocinado con los locales y probado un curioso pescado de río que es plato típico de la zona. Un día muy bien pasado.
Aroma a nostalgia. Olor a dolor, a guerra y paz, a hierbas aromáticas. Sabor a «pho», a rosa blanca, equilibrio de dulce y salado. Templos, iglesias, herencia jemer, china, francesa. Remando hacia la esperanza, hacia un comunismo capitalista, hacia la globalización de la mano de tradición. Indochina, mi amor.